7 oct 2018

Evangelio del día, lecturas del domingo, meditación


Evangelio del día, lecturas del domingo, meditación




Hoy en día muchas relaciones se terminan porque las almas son dominadas-controladas por el miedo, caen en el abismo-vacío de su falta de amor, continúan mirándose a sí mismas.

El Señor nos llama a seguirlo en caminos nuevos, no en lo conocido, no nos pide lo que podemos y sabemos hacer, sino lo que no podemos y no sabemos hacer. Esto es así porque lo que nos esta pidiendo en realidad es un esfuerzo, sacrificio de sí, crecimiento, maduración.

En lugar de exigir, demandar o esperar amor de otros, deberían comenzar a generar amor, dar de sí, salir de los propios límites. Hay que dar lo que pedimos.

Considerar que, justamente eso de lo que nos quejamos y por lo que acusamos a otros, es lo mismo que estamos haciendo, y se lo hacemos a Dios: Somos indiferentes, nos olvidamos de Él, lo amamos poco y no confiamos verdaderamente en su Amor.

Todo se resuelve simplemente saliendo de sí mismo, olvidándose de sí, confiando en Dios y haciendo el sacrificio-esfuerzo del amor donde, cuando y como nos lo pide.




Lectura del libro del Génesis (2,18-24); Sal 127,1-2.3.4-5.6; Lectura de la carta a los Hebreos (2,9-11); Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,2-16)


 De repente todo cambia, comenzamos a ver-padecer-comprobar que somos inútiles, incapaces, que cuanto hacemos resulta mal y aun con los mejores esfuerzos, todo termina mal.  Vemos que todo se nos va de las manos, es como si se hiciera de noche en pleno día y arreciara el temporal.

 Llega ese momento en la vida en que todo sale mal, o lo que se llama la situación de siempre perder. En ajedrez, “Zugzwang”, el jugador sabe que, cuanto haga, redundará en perjuicio propio, realice el movimiento que realice, va a perder.

 En esta sensación de pérdida de control y de derrota irremediable, el alma se resiente, resiste, escandaliza.

 Surge miedo, se preocupa, teme por sí, y se opone buscando retomar el control sea como sea, y es ahí que se vuelve violenta.

 El alma fiel debería ver en esta situación una Cruz, una intervención de Dios y debería comprender que ganar es perder y perder es ganar.

 En la derrota que humana y terrenamente sufrió o padeció El Señor en La Santa Cruz, obtuvo una victoria Divina, espiritual, se mantuvo fiel a la Voluntad del Padre que le pedía tal Sacrificio para la salvación de las almas.

 Debemos aceptar perder y confiar en Dios, continuar creyendo en su Amor, porque ahí nos limita en el orgullo y nos da la posibilidad de crecer en el amor.

 En el amor queremos controlar, dominar, sujetar, porque nos domina o controla el miedo. No es a otros que debemos controlar sino el miedo que nos controla.

 La pérdida de control que percibimos, nos mueve instintivamente a intentar retomarlo, pero lo que debemos hacer es lo contrario, rendirnos, vencer el miedo, dejar de querer prevalecer, dejar de querer imponer la propia voluntad.

 Hoy en día muchas relaciones se terminan porque las almas son dominadas-controladas por el miedo, caen en el abismo-vacío de su falta de amor, continúan mirándose a sí mismas.

 En lugar de exigir, demandar o esperar amor de otros, deberían comenzar a generar amor, dar de sí, salir de los propios límites. Hay que dar lo que pedimos.

 Considerar que, justamente eso de lo que nos quejamos y por lo que acusamos a otros, es lo mismo que estamos haciendo, y se lo hacemos a Dios, somos indiferentes, nos olvidamos de Él, lo amamos poco y no confiamos verdaderamente en su Amor.

 Amar es salir de sí, vencer límites, pero no lo hacemos, no rompemos el límite del miedo, de la preocupación instintiva por nosotros mismos, no dejamos de pensar en el ‘yo’, no levantamos la cabeza, siempre estamos mirando hacia atrás.

 Seguimos atados, limitados, encadenados y Dios no lo es libre para amarnos como quiere, sabe, puede y no es libre para amar por medio de nuestros corazones, en vez de ser canales de Gracia, nos convertimos en diques porque todo lo limitamos al interponernos, al pensar en nosotros mismos.

 Considerar que ni Dios ni los otros nos van a amar como queremos, esperamos, pretendemos, nos aman como quieren, pueden, saben. Nadie tiene que adorarnos.

 Todo se resuelve simplemente saliendo de sí mismo, olvidándose de sí, confiando en Dios y haciendo el sacrificio-esfuerzo del amor donde, cuando y como nos lo pide.

 El Señor nos llama a seguirlo en caminos nuevos, no en lo conocido, no nos pide lo que podemos y sabemos hacer, sino lo que no podemos y no sabemos hacer. Esto es así porque lo que nos esta pidiendo en realidad es un esfuerzo, sacrificio de sí, crecimiento, maduración.



Primera lectura Lectura del libro del Génesis (2,18-24):

El Señor Dios se dijo: «No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude.»
Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontraba ninguno como él que lo ayudase. Entonces el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presentó al hombre.
El hombre dijo: «Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.»

Palabra de Dios

Salmo Sal 127,1-2.3.4-5.6

R/. Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.

Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.

Que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel! R/.

Segunda lectura Lectura de la carta a los Hebreos (2,9-11):

Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos. Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al gula de su salvación. El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avengüenza de llamarlos hermanos.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,2-16):

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?»
Contestaron: «Moisés Permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»
Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne." De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor



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