18 oct 2018

18 de Octubre, SAN LUCAS, Evangelista


18 de Octubre, SAN LUCAS, Evangelista



En el día de San Lucas Evangelista, médico, pensemos la necesidad que Dios tiene de los profesionales en estos tiempos y pongamos nuestra vida profesional a disposición entera de Nuestro Señor para que haga progresar su Reino en los corazones y en el mundo.










 (Extracto de la obra “Mística Ciudad de Dios” de la Venerable Sierva de Dios Sor María d Jesús de Ágreda)

CAPITULO 9, El principio que tuvieron los Evangelistas y sus Evangelios y lo que en esto hizo María santísima.

 He declarado, cuanto me ha sido permitido, el estado en que nuestra gran Reina y Señora quedó después del primer Concilio de los Apóstoles y de las victorias que alcanzó del Dragón infernal y sus demonios. Y aunque las obras maravillosas que hizo en estos tiempos y en todos no se pueden reducir a historia ni a breve suma, entre todas se me ha dado luz para escribir el principio que tuvieron los cuatro evangelistas y sus Evangelios y lo que obró en ellos María santísima y el cuidado con que gobernaba [como Medianera de gracias divinas y con consejos] a los Apóstoles ausentes y el modo milagroso con que lo hacía.

 Hizo particular petición postrada en tierra para que el Señor diese su divina luz a los Sagrados Apóstoles y escritores y ordenase que es­cribiesen cuando fuese el tiempo más oportuno.

 La manifestó el Señor que ya era tiempo de comenzar a escribir los Sagrados Evangelios, para que ella lo dispusiese como Señora y Maestra de la Iglesia. Pero con su pro­funda humildad y discreción alcanzó del mismo Señor que esto se ejecutase por mano de San Pedro, como vicario suyo y cabeza de la Iglesia, y que le asistiese su divina luz para negocio de tanto peso. Concedióselo todo el Altísimo y cuando los Apóstoles se jun­taron en aquel Concilio que refiere San Lucas (Act 15, 6) en el capítulo 15, después que resolvieron las dudas de la circuncisión, como queda dicho en el capítulo 6, propuso San Pedro a todos que era necesario escribir los misterios de la vida de Cristo nuestro Salvador y Maestro para que todos sin diferencia ni discordia los enseñasen en la Iglesia y con esta luz se desterrase la antigua ley y se plantase la nueva.

 Este intento había comunicado San Pedro con la Madre de la sabiduría. Y habiéndole aprobado todo el Concilio, invocaron al Espíritu Santo para que señalase a quiénes de los Apóstoles y dis­cípulos se cometería el escribir la Vida del Salvador. Luego descendió una luz del cielo sobre el Apóstol San Pedro y se oyó una voz que decía: El Pontífice y cabeza de la Iglesia señale cuatro que escriban las obras y doctrina del Salvador del mundo.—Postróse en tierra el Apóstol y siguiéronle los demás y dieron al Señor gracias por aquel favor; y levantándose todos habló San Pedro y dijo:

Mateo, nuestro carísimo hermano, dé luego principio y escriba su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Y Marcos sea el segundo que también escriba el Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Lucas sea el tercero que lo estriba en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Y nuestro carísimo hermano Juan también sea el cuarto y último que escriba los misterios de nuestro Salvador y Maestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

—Este nombramiento confirmó el Señor con la misma luz divina que estuvo en San Pedro hasta que lo hizo y fue aceptado por todos los nombrados.

 Dos años  después,  que  fue el cuarenta y ocho,  y  de  la Virgen el sesenta y tres, escribió San Lucas en lengua griega su Evangelio. Y para comenzarle a escribir, se le apareció María como a los otros dos Evangelistas. Y  habiendo conferido con la  divina Madre que, para manifestar los misterios de la Encarnación y vida de su Hijo santísimo, era necesario declarar el modo y orden de la concepción del Verbo humanado y otras  cosas  que tocaban a la verdad de ser Su Alteza Madre natural de Cristo, por esto se alargó San Lucas más que los otros Evangelistas en lo que escribió de María santísima, reservando los secretos y maravillas que le tocaban por ser Madre de Dios, como ella misma se lo ordenó al Evangelista.

 Y luego descendió sobre él el Espíritu Santo y en presencia de la gran Reina comenzó su Evangelio, como Su Majestad principalmente le informó. Quedó San Lucas devotísimo de esta Señora y jamás se le borraron del interior las especies o imagen que le quedó im­presa de haber visto a esta dulcísima Madre en el  trono y majestad con que  se  le  apareció en esta  ocasión,  con  que  la  tuvo presente por toda su vida. Estaba San Lucas en Acaya, cuando le sucedió este aparecimiento y escribió su Evangelio.






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