18 de Octubre, SAN LUCAS, Evangelista
En el día de San Lucas Evangelista, médico,
pensemos la necesidad que Dios tiene de los profesionales en estos tiempos y
pongamos nuestra vida profesional a disposición entera de Nuestro Señor para
que haga progresar su Reino en los corazones y en el mundo.
(Extracto de la obra “Mística Ciudad de Dios”
de la Venerable Sierva de Dios Sor María d Jesús de Ágreda)
CAPITULO
9, El principio que tuvieron los Evangelistas y sus Evangelios y lo que en esto
hizo María santísima.
He declarado, cuanto me ha sido permitido, el
estado en que nuestra gran Reina y Señora quedó después del primer Concilio de
los Apóstoles y de las victorias que alcanzó del Dragón infernal y sus
demonios. Y aunque las obras maravillosas que hizo en estos tiempos y en todos
no se pueden reducir a historia ni a breve suma, entre todas se me ha dado luz
para escribir el principio que tuvieron los cuatro evangelistas y sus
Evangelios y lo que obró en ellos María santísima y el cuidado con que
gobernaba [como Medianera de gracias divinas y con consejos] a los Apóstoles
ausentes y el modo milagroso con que lo hacía.
Hizo particular petición postrada en tierra
para que el Señor diese su divina luz a los Sagrados Apóstoles y escritores y
ordenase que escribiesen cuando fuese el tiempo más oportuno.
La manifestó el Señor que ya era tiempo de
comenzar a escribir los Sagrados Evangelios, para que ella lo dispusiese como
Señora y Maestra de la Iglesia. Pero con su profunda humildad y discreción
alcanzó del mismo Señor que esto se ejecutase por mano de San Pedro, como
vicario suyo y cabeza de la Iglesia, y que le asistiese su divina luz para negocio
de tanto peso. Concedióselo todo el Altísimo y cuando los Apóstoles se juntaron
en aquel Concilio que refiere San Lucas (Act 15, 6) en el capítulo 15, después
que resolvieron las dudas de la circuncisión, como queda dicho en el capítulo
6, propuso San Pedro a todos que era necesario escribir los misterios de la
vida de Cristo nuestro Salvador y Maestro para que todos sin diferencia ni
discordia los enseñasen en la Iglesia y con esta luz se desterrase la antigua
ley y se plantase la nueva.
Este intento había comunicado San Pedro con la
Madre de la sabiduría. Y habiéndole aprobado todo el Concilio, invocaron al
Espíritu Santo para que señalase a quiénes de los Apóstoles y discípulos se
cometería el escribir la Vida del Salvador. Luego descendió una luz del cielo
sobre el Apóstol San Pedro y se oyó una voz que decía: El Pontífice y cabeza de
la Iglesia señale cuatro que escriban las obras y doctrina del Salvador del
mundo.—Postróse en tierra el Apóstol y siguiéronle los demás y dieron al Señor
gracias por aquel favor; y levantándose todos habló San Pedro y dijo:
Mateo,
nuestro carísimo hermano, dé luego principio y escriba su Evangelio en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Y
Marcos sea el segundo que también escriba el Evangelio en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo.
Lucas
sea el tercero que lo estriba en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo.
Y
nuestro carísimo hermano Juan también sea el cuarto y último que escriba los
misterios de nuestro Salvador y Maestro, en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo.
—Este
nombramiento confirmó el Señor con la misma luz divina que estuvo en San Pedro
hasta que lo hizo y fue aceptado por todos los nombrados.
Dos años
después, que fue el cuarenta y ocho, y
de la Virgen el sesenta y tres,
escribió San Lucas en lengua griega su Evangelio. Y para comenzarle a escribir,
se le apareció María como a los otros dos Evangelistas. Y habiendo conferido con la divina Madre que, para manifestar los
misterios de la Encarnación y vida de su Hijo santísimo, era necesario declarar
el modo y orden de la concepción del Verbo humanado y otras cosas
que tocaban a la verdad de ser Su Alteza Madre natural de Cristo, por
esto se alargó San Lucas más que los otros Evangelistas en lo que escribió de
María santísima, reservando los secretos y maravillas que le tocaban por ser
Madre de Dios, como ella misma se lo ordenó al Evangelista.
Y luego descendió
sobre él el Espíritu Santo y en presencia de la gran Reina comenzó su
Evangelio, como Su Majestad principalmente le informó. Quedó San Lucas
devotísimo de esta Señora y jamás se le borraron del interior las especies o
imagen que le quedó impresa de haber visto a esta dulcísima Madre en el trono y majestad con que se
le apareció en esta ocasión,
con que la
tuvo presente por toda su vida. Estaba San Lucas en Acaya, cuando le
sucedió este aparecimiento y escribió su Evangelio.
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