07 de Noviembre, fiesta de MARÍA, MEDIADORA DE TODAS
LAS GRACIAS
Este
título se le reconoce en documentos oficiales de la Iglesia.
Y ha
sido acogido en la liturgia, introduciéndose en 1921 una fiesta dedicada a
María Mediadora de Todas las Gracias.
San Luis
María Grignion de Montfort
Habla de “Doctores que no conocen a la Madre
de Dios, sino de una manera especulativa, árida, estéril e indiferente.
Que temen abusar de la devoción a la Santísima Virgen, hacer injuria a Nuestro Señor honrando demasiado a su santísima Madre.
Si hablan de la devoción a María, no es tanto para recomendarla como para reprobar las exageraciones”.
Dan la impresión de creer que María es un impedimento para conseguir la unión con Dios.
Que temen abusar de la devoción a la Santísima Virgen, hacer injuria a Nuestro Señor honrando demasiado a su santísima Madre.
Si hablan de la devoción a María, no es tanto para recomendarla como para reprobar las exageraciones”.
Dan la impresión de creer que María es un impedimento para conseguir la unión con Dios.
Es un error
querer llegar a Nuestro Señor sin pasar, por María
Hay muchos ilusos que pretenden alcanzar la unión con Dios, sin recurrir constantemente a Nuestro Señor que es el camino, la verdad y la vida.
Pero
otro error sería querer llegar a Nuestro Señor sin pasar, por María a quien la
iglesia llama, en una fiesta especial, Mediadora de todas las gracias.
Los
protestantes cayeron en este error. Sin llegar a esta desviación, hay católicos
que no comprenden la necesidad de recurrir a María para conseguir la intimidad
con el Salvador.
Hay,
dice el Beato, una gran falta de humildad, en menospreciar a los mediadores que
Dios nos brinda, teniendo en cuenta nuestra debilidad.
La
intimidad con Nuestro Señor nos es grandemente facilitada mediante una
verdadera y profunda devoción a María.
LA FIESTA
DE MARÍA MEDIADORA
La
mediación universal de la Santísima Virgen María es una doctrina que parece
deducirse cada día más claramente de la enseñanza tradicional de la Iglesia.
Hasta
tal punto está ligada la solicitud maternal de María por todo el género humano
a la misión redentora de su Hijo, que forma un todo con ella, y se extiende a
todas las gracias que nos ha adquirido Cristo.
La
fiesta de María Mediadora de Todas las Gracias la instituyó el papa Benedicto
XV en 1921.
Y en ella se nos invita a recurrir siempre con confianza a esta mediación incesante de la Madre del Salvador.
Y en ella se nos invita a recurrir siempre con confianza a esta mediación incesante de la Madre del Salvador.
El
Concilio Vaticano II ha escrito sobre esta condición de mediadora de la
Santísima Virgen:
«María,
asunta a los cielos, no ha dejado su misión salvadora, sino que con su múltiple
intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna.
Con
su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se
hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria
bienaventurada.
Por
este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de
Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora.
«Lo
cual, sin embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada nada a
la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador» (LG 62).
Cristo
es el único mediador entre Dios y los hombres.
Pero Él, no por necesidad sino por benevolencia, ha querido asociarse otros mediadores.
Entre ellos, María.
Pero Él, no por necesidad sino por benevolencia, ha querido asociarse otros mediadores.
Entre ellos, María.
La
mediación de María fluye de un doble hecho: primero, su maternidad espiritual.
Ésta exige no sólo la transmisión de la vida sobrenatural, sino también su conservación.
Y segundo: su corredención maternal, que requiere la aplicación de la redención a cada uno de los redimidos.
Ésta exige no sólo la transmisión de la vida sobrenatural, sino también su conservación.
Y segundo: su corredención maternal, que requiere la aplicación de la redención a cada uno de los redimidos.
Finalmente,
como concluye el Concilio,
«la
Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María, la experimenta
continuamente y la recomienda a la piedad de los fieles, para que, apoyados en
esta protección maternal, se unan con mayor intimidad al Mediador y Salvador»
(LG 62).
La
Virgen es el medio para profundizar en el misterio de Cristo, de progresar en
la fe, la esperanza y la caridad.
MARÍA NOS
OBTIENE Y NOS DISTRIBUYE TODAS LAS GRACIAS
Es
ésta una doctrina cierta, según lo que acabamos de decir de la Madre de todos
los hombres; como Madre, se interesa por su salvación, ruega por ellos y les
consigue las gracias que reciben.
En el Ave,
Maris Stella se canta:
Rompe
al reo sus cadenas, Concede a los ciegos ver; Aleja el mal de nosotros, Alcánzanos
todo bien.
León
XIII, en una Encíclica sobre el Rosario, dice:
“Por
expresa voluntad de Dios, ningún bien nos es concedido si no es por María; y
como nadie puede llegar al Padre sino por el Hijo, así generalmente nadie puede
llegar a Jesús sino por María”.
La
Iglesia, de hecho, se dirige a María para conseguir gracias de toda suerte,
tanto temporales como espirituales.
Y entre estas últimas, desde la gracia de la conversión hasta la de la perseverancia final.
Sin exceptuar las necesarias a las vírgenes para guardar su virginidad, a los apóstoles para ejercer su apostolado, a los mártires para permanecer invictos en la fe.
Y entre estas últimas, desde la gracia de la conversión hasta la de la perseverancia final.
Sin exceptuar las necesarias a las vírgenes para guardar su virginidad, a los apóstoles para ejercer su apostolado, a los mártires para permanecer invictos en la fe.
Letanías
Lauretanas
Por
eso, en las Letanías Lauretanas, universalmente rezadas en la Iglesia desde
hace mucho tiempo, María es llamada: “salud de los enfermos, refugio de los
pecadores, consuelo de los afligidos, auxilio de los cristianos, reina de los
apóstoles, de los mártires, de los confesores y de las vírgenes.
Su
mano es la dispensadora de toda suerte de gracias, y aun, en cierto sentido, de
la gracia de los sacramentos.
Porque ella nos los ha merecido en unión con Nuestro Señor en el Calvario, y nos dispone además con su oración a acercarnos a esos sacramentos y a recibirlos convenientemente.
A veces hasta nos envía el sacerdote sin el cual esa ayuda sacramental no nos sería otorgada.
Porque ella nos los ha merecido en unión con Nuestro Señor en el Calvario, y nos dispone además con su oración a acercarnos a esos sacramentos y a recibirlos convenientemente.
A veces hasta nos envía el sacerdote sin el cual esa ayuda sacramental no nos sería otorgada.
Palabras
del Ave María:
En
fin, no sólo cada especie de gracia nos es distribuida por mano de María, sino
cada gracia en particular.
No
es otra cosa lo que la fe de la Iglesia declara en estas palabras del Ave
María:
“Santa
María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte; amén.”
Ese
“ahora” es repetido cada minuto, en la iglesia, por millares de fieles que
piden de esta manera la gracia del momento presente.
Y ésta
es la más particular de todas las gracias, varía con cada uno de nosotros y
para cada uno en cada minuto.
Aunque
estemos distraídos al pronunciar esas palabras, María, que no lo está, y conoce
nuestras necesidades espirituales de cada momento, ruega por nosotros y nos
consigue las gracias que recibimos.
Aparece
María en la Escritura como distribuidora de gracias:
Tal
enseñanza, contenida en la fe de la Iglesia, y expresada por la oración
colectiva (lex orarsdi, lex credendi), está fundada en la Escritura y en la
Tradición. En efecto, ya en su vida sobre la tierra, aparece María en la
Escritura como distribuidora de gracias.
Por
ella santifica Jesús al Precursor, cuando visita a su prima Santa Isabel y
entona el Magnificat.
Por
ella confirma Jesús la fe de los discípulos de Caná, concediendo el milagro que
pedía.
Por
ella fortaleció la fe de Juan en el Calvario, diciéndole: “Hijo, ésa es tu
madre.”
Por
ella, en fin, el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, ya que María
oraba con ellos en el Cenáculo el día de Pentecostés, cuando el divino
Espíritu, descendió en forma de lenguas de fuego (Act., r, 14).
Con
mayor razón, después de la Asunción, desde su entrada en la gloria, es María
distribuidora de todas las gracias.
Como
una madre bienaventurada conoce en el cielo las necesidades espirituales de los
hombres todos.
Y
como es muy tierna madre, ruega por sus hijos; y como ejerce poder omnímodo
sobre el corazón de su Hijo, nos obtiene todas las gracias que a nuestras almas
llegan y las que se dan a los que no se obstinan en el mal.
Es
María como el acueducto de las gracias y, en el cuerpo místico, a modo de
cuello que junta la cabeza con los miembros.
OTROS TÍTULOS ASOCIADOS
Cooperación
de María a la obra de la Redención
«Asociada
por un vínculo estrecho e indisoluble a los misterios de la Encarnación y de la
Redención…;
Creemos
que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el
cielo su misión maternal para con los miembros de Cristo, cooperando al
nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas de los redimidos».
(Credo de Pablo VI, n. 15)
Cristo
es el único mediador entre Dios y los hombres porque Él solo, con su muerte,
logró la reconciliación perfecta con Dios, pero dice Santo Tomás que «también a
otros podemos llamarlos mediadores por cuanto cooperan a la unión de los
hombres con Dios».
A
María se la llama Medianera o Mediadora desde muy antiguo.
Este título se le reconoce en documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido en la liturgia, introduciéndose en 1921 una fiesta dedicada a María Medianera de todas las gracias.
«María,
que en vísperas de Pentecostés intercedió para que el Espíritu Santo
descendiera sobre la Iglesia naciente, interceda también ahora.
Para
que ese mismo Espíritu produzca un profundo rejuvenecimiento cristiano en
España. Para que ésta sepa recoger los grandes valores de su herencia católica
y afrontar valientemente los retos del futuro» (Juan Pablo II en España).
María
es Corredentora
Trajo
al mundo al Redentor, fuente de todas las gracias. María dio su consentimiento
libre para que viniese el Salvador al mundo: «He aquí la esclava del Señor,
hágase en mí según tu palabra» (Lc. 1, 38).
Dice
Santo Tomás que representaba a toda la naturaleza humana.
Se
le suele contraponer a Eva y así como ésta fue causa de la perdición, María por
su obediencia lo es de la salvación.
Y
si aquélla era «madre de los vivientes», la «Nueva Eva» es madre de los que
viven por la fe y la gracia.
Desde
el siglo XV se llama a la Virgen CORREDENTORA y la Iglesia lo usa en algunos
documentos oficiales.
No debe entenderse como una equiparación con Cristo, único Redentor, ya que ella también fue redimida.
No debe entenderse como una equiparación con Cristo, único Redentor, ya que ella también fue redimida.
La
suya es una cooperación indirecta por cuanto puso voluntariamente toda su vida
al servicio del Redentor, padeciendo y ofreciéndose con Él al pie de la Cruz,
pero sin corresponderle el título de Sacerdote, exclusivo de Cristo (cfr. Vat.
li, LG, 60).
Madre
de los hombres
Compañera
singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del
Señor.
Concibiendo
a Cristo, engendrándole, alimentándolo, presentándolo al Padre en el Templo,
padeciendo con su Hijo cuando moría en la Cruz, cooperó en forma enteramente
impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la
ardiente caridad, con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas.
Por
eso es nuestra madre en el orden de la gracia. (LG, 61)
Esta
doctrina se apoya en la tradición antiquísima de considerar a María como madre
espiritual de todos los cristianos. P
arece
natural que la que cooperó por la Encarnación a darnos a Cristo, fuente de
todas las gracias, y la que estuvo presente junto a la Cruz, interceda sin
cesar y cuide de sus hijos, como madre espiritual.
María
es Madre de la Iglesia
«María
es la Madre de la Iglesia, es decir, madre de todo el Pueblo de Dios, una madre
de todos los que creyeron en su Hijo.
Ha
colaborado y sigue colaborando en la obra de la Salvación y se preocupa
constantemente de los hermanos de su Hijo que están aún peregrinando por el
mundo» (C.v.e., P. 460)
Prototipo
de la Iglesia
También
hay que recordar que María es «prototipo de la Iglesia» y que toda la gracia se
comunica por medio de la Iglesia.
Pues
en el misterio, de la Iglesia, que con razón es llamada también madre y virgen,
precedió la Santísima Virgen, presentándose de forma eminente y singular como
modelo tanto de la Virgen como de la Madre. (LG, 63)
La
Virgen es para la Iglesia medio de profundizar en el misterio de Cristo, de progresar
en la fe, la esperanza y la caridad.
La Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección.
La Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección.
El
amor maternal de María es también el modelo con que en la Iglesia han de actuar
todos aquellos que tienen la responsabilidad de llevar a Dios a los hombres
(cfr. LG, 65).
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