4 oct 2018

04 de Octubre, fiesta de SAN FRANCISCO DE ASÍS


04 de Octubre, fiesta de SAN FRANCISCO DE ASÍS



Hoy en día podemos emprender el camino de la verdadera pobreza y llegar a ser esencialmente pobres, pobres de espíritu, hoy podemos desprendernos de nosotros mismos para convertirnos en ofrenda real de amor a Dios.

El Señor necesita almas pobres de espíritu, ricas en amor, capaces de esa generosidad que surge de quien verdaderamente comprende las cosas simples del Espíritu y desea seguir al Señor en lo esencial del Camino cumpliendo con aquello de “Deja todo lo que tienes y sígueme”.





 De San Francisco siempre se destaca la pobreza, sin embargo, es algo superficial y no es mas que el efecto de su vida interior de absoluta y total entrega a Dios.

 La verdadera pobreza es en espíritu, aquella por la que El Señor dice “Felices” o “Bienaventurados” (Mt. 5, 3 y ss).
 Pobre de espíritu es quien se desprende de sí mismo convirtiéndose en ofrenda a Dios.

 La pobreza de espíritu, ese desprendimiento total y real de sí, ¿Cómo se logra?, Simple, obedeciéndolo.

 Para llegar a ser verdaderamente pobre de espíritu, hay que discernir la Voluntad de Dios con la intención de obedecerlo renunciando a la voluntad propia que es ofrecida como sacrificio ante el Trono de la Santísima Trinidad.

 Considerar lo que hemos aprendido de San Francisco, una persona por el mero hecho de ser pobre, no es santa, solo si es santa su pobreza se santifica y joya que vale ante Dios.

 Hay personas que guardan una apariencia de pobreza mientras que, interiormente, no se han desprendido de sí, no han llegado a ser verdadera y esencialmente pobres, son como aquellos fariseos y maestros de la ley a los que El Señor llama “Sepulcros blanqueados”.

 Hoy en día podemos emprender el camino de la verdadera pobreza y llegar a ser esencialmente pobres, pobres de espíritu, hoy podemos desprendernos de nosotros mismos para convertirnos en ofrenda real de amor a Dios.

 Ese ofrecimiento de sí a Dios, es verdadero amor a Dios, y Él hace milagros, como cuando le ofrecieron cinco panes y dos pescados para que los bendiga, multiplique y alimente a una multitud.

 El Señor necesita almas pobres de espíritu, ricas en amor, capaces de esa generosidad que surge de quien verdaderamente comprende las cosas simples del Espíritu y desea seguir al Señor en lo esencial del Camino cumpliendo con aquello de “Deja todo lo que tienes y sígueme”.





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