5 ene 2019

EVANGELIO DEL DOMINGO, meditación, EPIFANÍA del Señor


EVANGELIO DEL DOMINGO, meditación, EPIFANÍA del Señor


Hemos construido en la arena, y con barro por añadidura, todo es orgullo-amor propio, suponemos que es perfección, pero carecemos de lo esencial que es amor, no amamos ni queremos amar, solo y siempre nos preocupamos por nosotros mismos, no hemos salido del abismo del ego.


 Decía San Francisco de Asís “El Amor no es amado”.

 No amamos a Dios que Es Amor, ¿Qué podemos esperar de Él hacia abajo?.

 El estado actual es de orgullosa y cómoda satisfacción en nosotros mismos, no miramos hacia arriba, no adoramos verdaderamente a Dios, solo y siempre estamos pensando en nosotros mismos.

 Orgullosos, satisfechos, conformes con lo que hemos realizado, nos presentamos ante Dios y el prójimo como si nos debieran adorar, conformar, satisfacer, obedecer.

 Si no nos aman, adoran, satisfacen o conforman en lo que pretendemos, nos creemos habilitados para condenar, despreciar, olvidar, rechazar.

 No entendemos que, cuando creemos que es justo odiar, despreciar, condenar, estamos ante el momento oportuno para perdonar.

 Por otro lado, no se puede obligar a nadie a amar, mucho menos a adorar, y menos aun todavía se puede obligar a que aprueben ese delirio de orgullo y falsa perfección que hemos construido.

 Hemos construido en la arena, y con barro por añadidura, todo es orgullo-amor propio, suponemos que es perfección, pero carecemos de lo esencial que es amor, no amamos ni queremos amar, solo y siempre nos preocupamos por nosotros mismos, no hemos salido del abismo del ego.

 Debemos aprender a levantar la cabeza, dejar de mirarnos a nosotros mismos, hay que poner el pensamiento y el corazón en Dios, hay que vencer el cerco de orgullo-miedo, ahí crece verdaderamente el corazón, se dilata, se genera amor.

 Considerar que el miedo nos mueve a querer obligar a Dios y a otros a que nos amen, suponemos que es debido por lo que somos y/o hacemos, mientras que un presupuesto esencial del amor es la libertad, no se ama por obligación o deber.

 No nos ganamos ni merecemos cosa alguna, el amor es libre, debemos examinarnos, reconsiderar lo que nos mueve y el motivo por el que obedecemos-servimos-seguimos al Señor.

 En esencia, el problema es el miedo, tememos no ser amados y por ello obramos instintivamente buscando la manera de obtener el amor, incluso diciendo que nos es debido alegando cierta perfección como lo hacían fariseos y maestros de la ley de antaño.


Lecturas del domingo, Epifanía del Señor


Primera lectura, Lectura del libro de Isaías (60,1-6):

¡LEVÁNTATE y resplandece, Jerusalén,
porque llega tu luz;
la gloria del Señor amanece sobre ti!
Las tinieblas cubren la tierra,
la oscuridad los pueblos,
pero sobre ti amanecerá el Señor,
y su gloria se verá sobre ti.
Caminarán los pueblos a tu luz,
los reyes al resplandor de tu aurora.
Levanta la vista en torno, mira:
todos ésos se han reunido, vienen hacia ti;
llegan tus hijos desde lejos,
a tus hijas las traen en brazos.
Entonces lo verás, y estarás radiante;
tu corazón se asombrará, se ensanchará,
porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti,
y a ti llegan las riquezas de los pueblos.
Te cubrirá una multitud de camellos,
dromedarios de Madián y de Efá.
Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso,
y proclaman las alabanzas del Señor.

Palabra de Dios


Salmo, Sal 71

R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

V/. Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

V/. En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R/.

V/. Los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
póstrense ante él todos los reyes,
y sírvanle todos los pueblos. R/.

V/. Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.


Segunda lectura, Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (3,2-3a.5-6):

Hermanos:
Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de vosotros, los gentiles.
Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio.

Palabra de Dios


Evangelio del domingo, Lectura del santo evangelio según san Mateo (2,1-12):

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenia que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres ni mucho menos la última
de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un jefe
que pastoreará a mi pueblo Israel”».
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
«ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

Palabra del Señor







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