24 mar 2019

Evangelio del 3º domingo de cuaresma, meditación


Evangelio del 3º domingo de cuaresma, meditación




«..."Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y la abonaré, a ver si da fruto. Si no, la cortas".»


Verdaderamente el Evangelio no se refiere a lo que debemos hacer por otros, es El Señor diciendo que espera de nosotros frutos de conversión real que nos lleven a ajustar el rumbo, entrar en comunión con Él para que pueda contar con nosotros en lo que es su interés: Salvar almas.


 Constantemente El Señor pide conversión, ajustar el rumbo, pero si no lo escuchamos, vamos a seguir caminando por costumbre convencidos de estar obrando bien cuando en realidad estamos construyendo en la arena.

 Lo importante es el encuentro con Dios constante en la oración donde podemos ajustar el rumbo, entrar en comunión real con Él, porque es donde verdaderamente Él realiza sus obras.

 Notar el detalle de la primera lectura, Dios reveló su Nombre a moisés cuando él ascendió en la montaña y dejó atrás su humanidad.

 Hoy en día se le rinde culto a la personalidad, muchas personas dicen-fingen ocuparse de sus hermanos, pero en realidad están buscando atención, aceptación, reconocimiento.

 El Señor quiere obreros que colaboren con El en la salvación de las almas, y esto implica verdadero sacrificio, real esfuerzo, una total negación de sí mismo que se vuelva ofrenda generosa a Dios, puesta a su disposición para colaborar en sus obras como Él quiera hacerlas.

 Dios no tiene que aceptar lo que lo que queremos imponerle, nosotros debemos ver lo que Él quiere hacer con y de nosotros, y luego, por medio de nosotros en el mundo.

 Hay que abrir los ojos, atender a la realidad, escuchar al Señor, ver sus proyectos, encontrarse con Él en donde siempre lo vamos a encontrar, en el lugar de encuentro con Dios que es la oración.

 Verdaderamente el Evangelio no se refiere a lo que debemos hacer por otros, es El Señor diciendo que espera de nosotros frutos de conversión real que nos lleven a ajustar el rumbo, entrar en comunión con Él para que pueda contar con nosotros en lo que es su interés: Salvar almas.

 Si hacemos nuestras obras, buenas, malas, incompletas, imperfectas, en realidad terminamos ocupándonos de nosotros mismos, del ego-orgullo, de la imagen. Tenemos que ver las obras en las que El Señor quiere que colaboremos.


Lecturas del Domingo 3º de Cuaresma - Ciclo C


Primera lectura, Lectura del libro del Éxodo (3,1-8a.13-15):

En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se dijo: «Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza.»
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: «Moisés, Moisés.»
Respondió él: «Aquí estoy.»
Dijo Dios: «No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.»
Y añadió: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.» Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios.
El Señor le dijo: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel.»
Moisés replicó a Dios: «Mira, yo iré a los israelitas y les diré: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros." Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?»
Dios dijo a Moisés: «"Soy el que soy"; esto dirás a los israelitas: `Yo-soy' me envía a vosotros".»
Dios añadió: «Esto dirás a los israelitas: "Yahvé (Él-es), Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Éste es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación".»

Palabra de Dios


Salmo, Sal 102,1-2.3-4.6-7.8.11

R/. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles. R/.


Segunda lectura, Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (10,1-6.10-12):

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquéllos. No protestéis, como protestaron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador. Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga.

Palabra de Dios


Evangelio del domingo, Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,1-9):

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".»

Palabra del Señor





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